La silla de Pamela, sigue esperando a que regrese a sentarse en ella/LA COLUMNA ROTA/ FRIDAGUERRERA VILLALVAZO.
Los
animales salvajes nunca matan por deporte. El hombre es el único animal para
quien la tortura y la muerte de sus semejantes es divertida en sí misma. James
Anthony Froud.
Una cruz blanca formar parte del altar
ubicado en medio del pequeño cuarto que fue utilizado para velar y realizar los
rosarios de Maicha Pamela González Matilde.
Pame acababa de cumplir 16 años, era la segunda hija de Elocadia, una
joven madre soltera la cual trabajaba para sostener a dos de sus hijos, Manuel
y Pamela, la mayor ya formó su propia familia.
El 16 de mayo acudimos a visitar a la familia de Pamela, Cristian compañero
periodista de AfondoEdoMex, el colaborador y quien teclea, luego de que la
madre de la niña se contactara vía telefónica, "quiero que me ayuden a
hacer justicia a mi niña" Escribió vía WhatsApp
la desesperada madre.
El
sábado nueve de mayo de 2020, Elocadia salió a trabajar en la purificadora
donde labora de lunes a sábado, en esa ocasión su hijo más pequeño la acompañó
para terminar más temprano y regresar a casa a buen tiempo, Pame los despidió
para también trabajar, no hacía más de dos meses habían abierto un pequeño
local en la misma casa donde vendían hamburguesas, quesadillas, dulces, para ayudarse un poco más con los gastos de la
casa. Ambas se despidieron no, sin antes darse la Bendición. "Te apuras,
mami, para que vuelvas temprano", fue la solicitud de Pame a su madre.
Maicha
Pamela nació el 05 de mayo de 2004 en Enthavi,
uno de los barrios de Temoaya en el Estado de México, una niña con raíces otomíes venida de una
familia llena de valores, de confianza, la pequeña era muy querida por sus tíos,
tías, primas, primos, su abuela Doña Ángela el pilar de esta enorme
familia. "Mi niña era muy
organizada para el dinero, cuando le daba sus gastos del pasaje todo anotaba,
era la que llevaba la administración de la casa, era como nuestra mamá,
cocinaba para nosotros, todo tipo de comida, yo llegaba de trabajar y ya había
cocinado, a veces lavaba la ropa, siempre nos ponía orden" Recuerda Leo,
en medio de un llanto contenido porque la hace más fuerte, si llora no va a
encontrar justicia, me hace saber.
Leo
y su familia vivían en San Diego Alcalá, una comunidad también perteneciente a
Temoaya, siete años atrás habían ido a vivir a ese terreno que Ángela su madre
le había heredado en vida, un lugar
ubicado en medio de una pequeña carretera, una comunidad abrazada todavía por
un cielo azul y lleno de flores. Pamela estaba en su casa, en el lugar más
"seguro" para ella, hasta ahí llegaron los o el asesino para
arrebatarle la vida.
Cuando
Leo realizaba sus labores en la purificadora, un compañero de trabajo recibió la
llamada se dirigió a Leo y le pidió que
cerrara que fuera a su casa porque había pasado algo con Pamelita. El corazón
le dio un vuelco, cuando llegó su patrón, le hizo saber lo que desde ese
momento le arrancó el corazón, "mataron a la niña, súbete, la niña está
muerta". Al llegar al domicilio ya estaba la policía, aunque le impidieron
el paso ella les dijo que claro que entraría, "solo alcance a ver su
piecito, la metieron en un bote en el baño de la casa, la maniataron, y nadie
vio nada, ningún vecino vio nada". Señala Leo.
Pame
anhelaba que llegará el 10 de mayo para acudir a ver a su abuelita Ángela, y
festejar juntas el día de las madres, sí, llegó ese domingo pero sin vida,
desde entonces la alegría de Leo y Manu, se ensombreció, ya no más festejos, ya
no más sonrisas de quien a diario arropaba a su familia. La silla donde la niña
solía sentarse fuera de su tienda está como esperando a que vuelva.
Leo
nos invitó a asistir el martes 19 de mayo, al levantamiento de la cruz de la
niña para acompañarlos al panteón, así lo hicimos acudimos a ese segundo homenaje
a Pame, caminamos de la casa de la abuela al panteón ubicado en la misma
comunidad, un acto igual de solemne que el entierro, lleno de flores blancas
para terminar de despedir a la pequeña Pame, la niña organizada, amada, y que
todos en el pueblo lloran, una niña de sangre indígena que fue asesinada en
medio de una pandemia que en algún tiempo será controlada, arrebatada por esa
otra pandemia que muchos siguen pretendiendo ignorar la del feminicidio.
Del
o los asesinos nada se sabe, nadie de los pocos vecinos que colindan con la
casa quiere decir nada, Leo desesperada pide a quien sepa algo lo haga saber,
"hay uno o varios asesinos cerca de ustedes, fuera en la calle, la próxima
puede ser su hija, a mi ya no me van a regresar a mi Pame, pero ustedes pueden
evitar que les asesine a quien aman".
Hoy
Leo ya es integrante de ese chat del dolor, de las Voces de la Ausencia, más de
100 familias le dieron la bienvenida al grupo al que nadie debería pertenecer
el pasado 17 de mayo, juntas madres, padres, hijos e hijas de mujeres y niñas
víctimas abrazan y entienden y sienten el dolor de las nuevas voces que siguen
engrosando la larga lista de la injusticia y la impunidad en este México ciego.
"Por
favor no quiero que se quede sin castigo su asesinato de mi niña, no lo
permitan"
mayo
2020
¿Eres
madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo, de una mujer víctima de feminicidio
o desaparición?, ¿o eres una sobreviviente de una relación violenta o intento
de feminicidio? búscanos, ayúdanos a visualizarlas y contar sus historias. Voces
de la Ausencia.
@FridaGuerrera
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